Cuando unx se sube al barco de escribir mientras escucha, de alguna manera lo que hace es firmar un contrato, que en ocasiones puede devenir en algo similar a firmar un cheque en blanco. Y lo digo en el sentido más positivo que puedan imaginar.
Este disco me hace reflexionar en que cuando escuchamos el sonido de un instrumento, sea el que sea, aun no deseándolo, nuestra memoria opera y esa guitarra o ese violín (por dar ejemplos) automáticamente se carga de la historia de todas las guitarras y de todos los violines que escuchamos a lo largo o corto de nuestro andar en la tierra. De esa forma o mejor dicho, por esa razón, es es posible escribir mientras escucho.
PERO.....
¿Qué pasa si lo que escucho es algo que realmente nunca escuche? ¿De dónde me agarro histórica y tímbricamente?
A mí lo que me pasa al escuchar algo así es que me quedo realmente quieto, atento. Me pregunto durante cuánto tiempo les sucede, si es que les sucede, algo similar a nuestrxs amigxs que por X razón se fueron a vivir a otro país. Pienso que en algún momento esos sonidos terminan volviéndose su "paisaje sonoro" cotidiano, ¿eso les producirá nostalgia? y cuando vuelven ¿Qué sienten cuando escuchan Buenos Aires? ¿Qué tan profundo se ancla en nuestros corazones el sonido de una ciudad?
Celebro la ausencia de la voz de Max en los primeros dos tracks, que nos dan el tiempo y el espacio para habitar ese tren tan en primera persona. Tan él, sólo, mostrándonos su vida, tan intima, incluso rodeado de una multitud. Este disco que a priori nos puede resultar distante, es en realidad el disco más íntimo que se nos puede ocurrir.
Gracias Max por el paseo. las distancias son efímeras si pensamos que la luna es la misma para todxs =) abz desde el otro lado del charco.
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